Mi última lágrima, después de todas éstas, y de otras muchas más que no he derramado, es de alivio. La aceptación libera para reconocer lo que viene a continuación. Aunque quién puede decir que las cosas no han seguido su curso de todos modos: esos viejos rechazos, las familiares renuncias cumpliendo sus venerables tareas. Hace años comprendí que el duelo sería largo. Pero ¿tanto? Es fácil aducir que hay asuntos que es mejor dejar en paz, pues la permanencia, la verdadera, no los blandos incentivos del periodo que me he inventado, puede acojonar más que otra cosa, porque suprime el anterior contexto de seguridad individual. ¿Con quién, por ejemplo, tengo que compartir el hecho de haber aceptado la muerte de mi hijo Ralph? ¿Qué significado tiene eso? ¿Cómo puede asumirse y cobrar sentido? ¿Será difícil sobrevivir? ¿Podré seguir vendiendo casas? ¿Querré hacerlo? ¿Y habría sido diferente de haberlo aceptado todo desde el principio, como habrían hecho el presidente de la General Electric o el general Schwarzkopf? ¿Estaría ahora viviendo en Tokio? ¿Me habría muerto de aceptación? ¿O seguiría viviendo en Haddam? Sólo Dios sabe. A lo mejor todo habría sido más o menos lo mismo; quizás se sobrevalore la importancia de la aceptación; aunque los psiquiatras dirán lo contrario, lo que significa que no saben nada. Al fin y al cabo, todos llevamos dentro un montón de «cosas» poco satisfactorias, «cosas» que quisiéramos enmendar o pasar por alto para que otras «cosas» resulten más gratas, y de ese modo podamos abrir aún más el corazón. Pregunten a Marguerite Purcell. Como he dicho, la aceptación asusta un huevo. Siento el horror metido en mi cama, en mi casa vacía, después de la tormenta, y el Día de Acción de Gracias esperando por el Este con la aurora. Ten cuidado con lo que aceptas, ésa es mi advertencia: a mí mismo. Lo tendré, si puedo.
Richard Ford
en Acción de Gracias (2006)
en Acción de Gracias (2006)
12 comentarios:
Los pasteles de acción de gracias empachan mucho.
Estás el primero en Google. !Que notoriedad!
Lo comparto: la aceptación asusta. Y a la pregunta de si estás preparado para reunirte con tu hacedor, yo contesto que sí, sobre todo, porque mi hacedor, o mejor dicho, hacedores, son mis progenitores y sí, algún día me gustaría reunirme con el que ya no está.
Y a veces se convierten en empanada. Empanada mental. Ocurre que a veces la empanada es buena, muy buena. Eso es exactamente lo que pasa con ésta
La pregunta es retórica, y tiene muy poco de religioso. Está en el pequeño relato que hace las veces de introducción a la novela, y creo que da cierto sentido a las más de setecientas páginas que vienen a continuación. Y me pareció un título sonoro para esta entrada, aunque visto ahora, me da la impresión de que sólo confunde. Y es cierto, la aceptación asusta. Es el viejo problema de conocerse a uno mismo: ¿y si no te gustas?
Pregunta retórica y título sonoro: entendido.
Hay que gustarse, es imprescindible para gustar a los demás, si es que eso importa.
También estoy de acuerdo con que esta empanada es muy buena. La leeré.
Antes de leer este libro es aconsejable, aunque no imprescindible, leer los dos que le preceden en la trilogía: El periodista deportivo y El día de la independencia. El mismo personaje, en tres fases muy distintas de su vida. Escrito, además, en tres momentos muy distintos de la vida del autor: 1986, 1995 y 2006, si no recuerdo mal. En cualquier caso, Richard Ford siempre devuelve el precio de la entrada
Vale
Acojona un poco esta entrada, todo hay que decirlo
Bueno, bueno... tampoco se trataba de eso. Como ya he dicho, me parece que el título sólo confunde.
No es sólo por el título y, sobre todo, impresiona.
Pues no confunde, al menos a mí no. Y tiene toda la relación con la extensa cita,ahora bien,cmo me cuesta mucho escribir ahora, no puedo explayarme, Si el Hacedor es lo que se piensa comúnmente, yo no, desde luego. A ver si consigo que me deje prepararme unos años más...
Un voto a favor, menos mal
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