Punto
14 diciembre 2011
Hora 14:21 13 comentarios
Categoría: Diario de un escritor aficionado y perezoso
Pisando sobre las huellas de los más grandes
28 noviembre 2011
Hora 17:27 8 comentarios
Categoría: Diario de un escritor aficionado y perezoso
5. Penumbra
21 noviembre 2011
Hora 19:46 10 comentarios
Categoría: Pequeños y casi imperceptibles cambios en el paisaje
4. Monedas
16 noviembre 2011
Hora 19:26 10 comentarios
Categoría: Pequeños y casi imperceptibles cambios en el paisaje
3. Préstamos
07 noviembre 2011
Hace apenas un mes, me contó un amigo que un amigo suyo había ido a verle. Alguien que yo no conocía, me dijo. Alguien con quien estudió en la universidad. O con quien coincidió trabajando en la misma empresa. O con quien cenaba algunos sábados por la noche. O con quien jugaba al padel. O alguien que llevaba a sus hijos al mismo colegio. O a la misma academia de inglés. O dos o más de esas cosas. O algo por el estilo, no lo recuerdo. A lo mejor no me lo dijo. El caso es que, después de algún tiempo sin haber coincidido, el amigo de mi amigo le llamó y fue a verle. Le pidió prestado un poco de dinero para poder comprar a sus hijos los libros del colegio
Hora 20:32 21 comentarios
Categoría: Pequeños y casi imperceptibles cambios en el paisaje
2. Desguace
31 octubre 2011
Hora 12:57 8 comentarios
Categoría: Pequeños y casi imperceptibles cambios en el paisaje
1. Chatarreros
25 octubre 2011
Hora 10:40 8 comentarios
Categoría: Pequeños y casi imperceptibles cambios en el paisaje
En busca del tiempo ganado
22 septiembre 2011
Hora 0:19 0 comentarios
Categoría: Mucho cuento
Huecos vacíos y agujeros tapados
13 septiembre 2011
Hora 1:23 16 comentarios
Categoría: Ahí queda eso
Quién dijo miedo
05 septiembre 2011
Hora 23:41 18 comentarios
Categoría: Banda Sonora
Publicar o ser publicado. O justo lo contrario
31 julio 2011
Por otra parte, ¿acaso no es autoeditarse lo que yo hago en este blog? Parece evidente que sí: publico las cosas que escribo, escribo las cosas que publico. A primera vista, no se aprecia diferencia esencial alguna con la autoedición que nos ofrecen esas webs especializadas. Y a segunda, tampoco. Sin embargo, publicar en este blog me ofrece incuestionables ventajas. Primera: me cuesta tiempo y esfuerzo (sí, cuesta creerlo, lo sé) pero de momento, y mientras el Sr. Google no disponga otra cosa, no me cuesta un euro. Segunda: es más ecológica; habrá quien objete que también la autoedición es ecológica cuando se publican libros en formato electrónico, pero bueno… en ese caso podemos dejarlo en empate, ¿porque qué coño es esto, sino un formato electrónico? Tercera, pero no menos importante: no pongo a mis amigos y familiares en el compromiso de tener que adquirir unas cuartillas medianamente bien encuadernadas o unos bytes medianamente bien distribuidos, malgastando así un puñado de euros dignos de mejor causa. Aquí están las cosas publicadas, quien lo desee –familiar o no, amigo o no– puede leerlas, y la vanidad queda suficientemente satisfecha. Al menos, por ahora.
En principio, tampoco me interesa el universalmente kantiano a la par que típicamente hispánico favor con favor se paga, también formulado como hoy por ti, mañana por mí, que básicamente consiste en yo te escribo un prólogo, tú me lo escribes a mí, yo te presento un libro, tú me lo presentas a mí, yo reseño tu novela, tú reseñas la mía, yo compro tu libro y tú compras el mío. En fin, esa extraña endogamia literaria por cuyas venas suele correr el dinero público, si bien con menos alegría en estos tiempos aciagos que hace tan solo unos meses. A lo largo de estos últimos años he tenido ocasión de asomarme por la rendija de la puerta a esa ordenada habitación en la que cada cosa está perfectamente colocada en su sitio, y desde ahí me ha parecido que algunas de esas cosas tienen auténtico valor, pero ese orden tan estricto hace que me resulte más difícil apreciarlo. Tal vez habría que sacarlas de ahí, tal vez deberían tomar distancia. Desde luego, algunos escritores y algunas personas que he tenido la suerte de conocer en este tiempo merecen algo mejor. Algo mucho mejor. En cualquier caso, reconozco sin ambages que esto, dicho desde el lugar que yo ocupo en el mundo, no sólo suena pretencioso, sino que de hecho lo es. Y no pongo la mano en el fuego por mí mismo. No puedo asegurar que, llegado el caso, no fuese a perder mi propio culo y a lamer unos cuantos ajenos con tal de ver publicadas en papel encuadernado algunas de las cosas que he escrito. Como ocurre con casi todo en esta vida, hay que verse en situación para saber cómo reaccionará uno.
Porque yo no desecho la idea de publicar. Por supuesto que quiero publicar. Pero quiero que alguien que no sea mi abuela, ni mi madre, ni un familiar, ni siquiera un buen amigo, alguien que no me profese el más mínimo afecto y que, al mismo tiempo, tenga algún criterio literario, o profesional, o algún criterio sin más, quiero –decía– que ese alguien considere que las cosas que yo escribo tal vez puedan interesar a otras personas que no sean mi abuela, ni mi madre, ni un familiar, ni siquiera un buen amigo, a otras personas que no me profesen el más mínimo afecto. A ser posible, que ni me conozcan. Y que ese alguien considere que esas otras personas no sólo podrían estar interesadas en las cosas que yo escribo, sino que tal vez, y sólo tal vez, hasta podrían pagar por leerlas. Y ese alguien, por definición, no puedo ser yo mismo. A ese alguien creo que lo llaman editor, y cuando es persona jurídica, editorial. Y pretender que uno de estos te haga caso, uno de verdad, eso sí que es vanidad. Y gorda. Pero debe ser, al mismo tiempo, una vanidad hasta cierto punto controlada. Debe uno estar dispuesto a admitir que la causa última de que no aparezca ese alguien no radica en una ausencia universal de buen gusto literario, ni en un extraño e intrincado complot internacional dirigido a que el mundo jamás descubra nuestro talento oculto. Si ese alguien no aparece, lo más probable es que eso se deba al hecho de que ese talento, más que oculto, es extremadamente modesto, cuando no directamente inexistente. Llegados a ese punto, descubre uno la verdadera utilidad de los blogs, las webs personales, e incluso de la autoedición. Me atrevo a afirmar que, para la vanidad y su satisfacción, aunque sea modesta, no reza aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Por otra parte, ¿no empieza a ser notable la desproporción entre el número de escritores y el número de lectores? ¿No hay ya demasiada gente que escribe cosas? Y sobre todo, ¿no hay ya bastantes cosas muy interesantes, muy inteligentes, absolutamente sorprendentes y/o tremendamente emotivas escritas (sí, desgraciadamente) por otros? Tal vez ni escribir, ni publicar. Tal vez lo mejor sea dedicar ese tiempo tan valioso a leer. Nada más. Y nada menos.
Hora 14:17 23 comentarios
Categoría: Diario de un escritor aficionado y perezoso
Asideros o motores
30 junio 2011
Hora 11:21 10 comentarios
Categoría: Ahí queda eso
Asuntos cardiovasculares
20 junio 2011
Hora 23:57 9 comentarios
Categoría: Banda Sonora
Preparados, listos...
14 junio 2011
Hora 16:58 28 comentarios
Categoría: Banda Sonora
En tu fiesta me colé
07 junio 2011
Hora 20:05 7 comentarios
Categoría: Banda Sonora
Memoria, balance y aprobación de cuentas
03 junio 2011
«¿Qué harías si pensaras que has perdido quince años de tu vida?» ¿Me tomas el pelo? No sé si alguien te lo habrá dicho alguna vez, pero soy el peor experto del mundo en este asunto concreto. Me refiero a que es obvio que he perdido más de quince años de mi vida, pero espero que pases por alto esos años de más y me mires como a un espíritu afín. Quizá incluso como a un gurú.
Antes que nada, tienes que rebajar mucho esa cifra. Haz una lista de todos los buenos libros que has leído, de las películas que has visto, de las conversaciones que has tenido, y así sucesivamente, y asigna a todas esas cosas un valor temporal. Con un poco de contabilidad creativa, podrás reducir esos quince años a diez. Yo he rebajado los míos a esa cantidad, aunque he hecho trampas aquí y allí. He incluido en la rebaja, por ejemplo, todos los años de mi hijo Jackson, que se ha pasado un montón de esos años perdidos en el colegio y dormido.
Me gustaría decir que todo lo que ingresas en aproximadamente una década te lo puedes descontar en concepto de pago de impuestos, pero no es así como me siento. Me sigue poniendo enfermo todo el tiempo que he perdido, pero sólo me lo confieso a mí mismo justo antes de conciliar el sueño, y por eso quizá no soy el mejor de los durmientes. ¿Qué puedo decirte? Si realmente fue un tiempo perdido –y necesitaría revisar tus libros biográficos con detenimiento ante de poder confirmarte este punto–, tengo malas noticias para ti: es tiempo pasado. Tal vez puedas añadir unos años más a tu vida dejando las drogas, o el tabaco, o yendo al gimnasio todos los días, pero me temo que pasados los ochenta los años no son tan divertidos como se dice.
Sabes, siquiera por mi dirección de e-mail, que tengo debilidad por Dickens; ahora mismo estoy leyendo sus cartas. Son doce volúmenes, y cada uno de ellos tiene varios centenares de páginas. Si sólo hubiera escrito cartas, habría tenido ya una vida bastante productiva, pero no sólo escribió cartas. También hay cuatro volúmenes de sus artículos periodísticos, y bien gruesos. Dirigió un par de revistas. Tuvo una vida amorosa intensa y no convencional, y unas cuantas amistades memorables. ¿Me olvido de algo? O sí: es autor de una docena de las grandes novelas en lengua inglesa. Así que estoy empezando a preguntarme si mi apasionamiento con él no lo causa, en parte al menos, el hecho de que Dickens sea lo opuesto a mí. Es ese hombre cuya vida miramos y pensamos: Dios, no anduvo haciendo el tonto... Es algo que sucede, ¿no? El que la gente se sienta atraída por sus opuestos.
Pero no hay mucha gente como el viejo Charlie. La mayoría de los humanos no crean obras destinadas a durar. Venden anillas de cortinas, como el personaje de aquella película interpretado por John Candy (bueno, las anillas pueden durar; pero probablemente no son algo de lo que la gente habla cuando uno pasa a mejor vida). Así que no se trata de lo que haces. No puede tratarse de eso, ¿verdad? Tiene que tratarse de cómo eres, de cómo amas, de cómo te tratas a ti mismo y a quienes te rodean, y eso es lo que a mí me corroe por dentro. Me pasaba el tiempo bebiendo y viendo la televisión, sin amar a nadie, ni a esposas ni a amantes ni a hijos, y eso sí que no hay manera de maquillarlo. Por eso Jackson es algo tan importante. Es mi última esperanza, y derramo todo lo que me queda sobre la cabeza de ese chiquillo mío. ¡De ese pobre crío! A menos que supere los logros combinados de Dickens, JFK, James Brown y Michael Jordan, me habrá defraudado. Aunque yo no estaré aquí para verlo.
Tucker.
Hora 16:39 13 comentarios
Categoría: Ahí queda eso
Un bien escaso
26 mayo 2011
Hora 17:38 6 comentarios
Categoría: Banda Sonora
Lo que la naturaleza da y lo que Salamanca presta
16 mayo 2011
«Mi querido señor», respondió el Sr. Charles Cheeryble, «usted cae en el error muy común de atribuirle a la naturaleza asuntos con los que ella no tiene la menor conexión, y de los cuales no es culpable en absoluto. Los hombres hablan de la naturaleza en abstracto, y al hacerlo pierden de vista lo que es natural. Aquí tenemos a un pobre muchacho que nunca ha sentido el cuidado de un padre, que no ha conocido sino sufrimiento y dolor en toda su existencia, y que es presentado a un hombre que dice ser su padre, y cuyo primer acto es dar a conocer su intención de poner fin a su breve período de felicidad y reintegrarlo a su antiguo destino, privándolo del único amigo que jamás tuviera... que es usted. Si la naturaleza, en un caso como ese, pusiera en el pecho de ese muchacho un solo impulso secreto que lo urgiera a irse con su padre y alejarse de usted, sería una mentirosa y una idiota».
Nicholas estaba encantado de oír al anciano hablar con tanta cordialidad, y esperanzado de que continuara expresándose en los mismos términos permanecía en silencio.
«Con ese mismo error tropiezo yo, de una u otra forma, a cada paso», dijo el Sr. Cheeryble. «Padres que nunca mostraron su amor se quejan de falta de afecto natural por parte de sus hijos... hijos que nunca mostraron su obediencia, se quejan de falta de sentimiento natural en sus padres... juristas que encuentran a ambos tan desgraciados que sus afectos jamás pudieron desarrollarse por falta del sol de la vida, alzan la voz para moralizar a los padres y también a los hijos, y proclamar que se están pasando por alto los propios vínculos de la naturaleza. Los afectos y los instintos naturales, mi querido señor, son las más bellas obras del Todopoderoso, pero al igual que otros hermosos trabajos Suyos, tienen que ser cultivados y promovidos, o será natural que queden totalmente oscurecidos, y que nuevos sentimientos usurpen su sitio, del mismo modo que si las más dulces producciones de la tierra permanecen sin cuidado son estranguladas por las malas hierbas y las zarzas. Ojalá con más frecuencia tomáramos esto en cuenta, y recordando las obligaciones naturales a su debido tiempo habláramos de ellas más oportunamente».
Hora 22:20 14 comentarios
Categoría: Ahí queda eso
Los lunes al sol
13 mayo 2011
Hora 20:33 8 comentarios
Categoría: Banda Sonora
Fernando, de Vizcaya
10 abril 2011
Algunos años antes, en abril de 2002, con ocasión del día del libro y de la entrega del Premio Cervantes a Álvaro Mutis, la web del diario El Mundo convocó un concurso de microrrelatos. Las reglas, sencillas: 1ª) un máximo de 125 palabras o 1000 caracteres; 2ª) el texto debía contener la palabra «mutis», que se hizo pública a las 12:00 horas; y 3ª) el relato tenía que ser enviado antes de las 14:00 horas de ese mismo día. Conseguir un resultado aceptable ya era harina de otro costal, como se verá. Porque yo participé. Por aquél entonces acababa de comprender que, si de verdad era cierto que tanto me gustaba escribir, lo único que tenía que hacer era ponerme a ello. Y me puse. Y me presentaba a concursos como aquél. Con escaso éxito, claro, pero me presentaba. En el caso que nos ocupa, la única relevancia que consiguió mi modesto intento fue que, al entrar el último, justo sobre la bocina, ding, dong, aparece el primero en la extensa lista de microrrelatos presentados. Sí, en efecto, ya lo sé. Nada que ver con el ganador ni con los finalistas. Sobre todo, con el ganador; una gran idea, en mi opinión. Con el paso del tiempo, ese microrrelato fue aprovechado para el inicio de un relato más extenso, uno de los que figura en este mismo blog. No sé si a eso se le puede llamar plagio, espero que no.
Os preguntaréis qué tendrá que ver una cosa con la otra. O quizá no, quizá no os lo preguntéis, quizá ni siquiera hayáis llegado hasta aquí, pero haré como que sí. Como que habéis llegado y como que os lo habéis preguntado.
Ocurre que hoy, haciendo esa tontería que hacemos todos de vez en cuando de buscar nuestro nombre en Internet... ah, cómo, ¿que no lo hacemos todos? ¿Casi todos, tal vez? ¿Tampoco? Vaya. Bueno, pues... buscando mi nombre en Internet, como creía que era costumbre, en un puesto no demasiado relevante de la no demasiado extensa lista de resultados obtenidos por Google, ha aparecido esto. Fechado el 6 de noviembre de 2008. Más de seis años y medio después del concurso de microrrelatos, casi dos años antes de que el blog de Fernando, de Vizcaya, quedase detenido, no sabemos si para siempre.
Llevo muchos meses sin escribir nada. Nada que no sea prosaico trabajo o efímeras entradas para un blog. No es algo meditado, no es una decisión. Ni siquiera es desidia. Es sólo ese no encontrar el momento adecuado, ese tengo que organizarme mejor, ese la semana que viene me pongo en serio... que quizá no sea más que una forma de cobardía más, y que se había convertido en un hábito que ni siquiera me cuestionaba ya. Hasta hoy. La entrada en la bitácora de Fernando, de Vizcaya, me empuja de nuevo al ruedo. De alguna forma, creo que es algo que debo intentar una vez más. Y sé que tengo una larga y acreditada trayectoria como incumplidor de buenos propósitos, pero no es menos cierto que esa trayectoria es sólo el reverso necesario de quien no deja de hacerlos una y otra vez, inasequible al desaliento. O casi. Así que ya veremos qué pasa con este buen propósito de hoy. En cualquier caso, y pase lo que pase, muchas gracias por el empujón Fernando, de Vizcaya.
Hora 0:05 20 comentarios
Categoría: Diario de un escritor aficionado y perezoso
Conócete a ti mismo
31 marzo 2011
Hora 16:53 9 comentarios
Categoría: Mucho cuento
Es bueno que haga frío
09 marzo 2011
Hora 13:42 14 comentarios
Categoría: Banda Sonora
Estrellas abandonadas en un desván
02 marzo 2011
Hora 14:48 12 comentarios
Categoría: Banda Sonora
No molestar
22 febrero 2011
Hora 9:22 12 comentarios
Categoría: Ahí queda eso
Música para vecinos
06 febrero 2011
Pero eso fue solo una etapa. Desde siempre ―desde muchísimo antes, desde que era muy pequeño, y también después, cuando me libré de aquel infierno― recuerdo con agrado la música que se colaba por los patios interiores. La tengo asociada, sobre todo, a larguísimas y perezosas tardes de verano. De primavera, a veces. Transistores, radiocasetes, televisores y vinilos hacían sonar melodías que yo no había elegido, que no siempre conocía, y que muchas veces ni siquiera me gustaban, pero que me transportaban a otros pisos, a otras habitaciones, a otros mundos.
Y sí, comprendo que puede resultar molesta. Sé que no siempre es bien recibida. Pero no hay peligro: los aislamientos de PVC, el aire acondicionado que mantiene cerradas nuestras ventanas cuando el calor amenaza, los auriculares, el emepetrés y otros inventos del maligno, e incluso, por qué no decirlo, la progresiva desaparición de los patios interiores en la moderna arquitectura residencial, le ponen freno. La están matando. Además, esa música casi siempre parece ir hacia arriba, como el humo, como los olores, como el aire caliente, y ahora que vivo en un primero se han reducido notablemente las posibilidades de volver a escucharla. Y cómo la echo de menos a veces, incluso en invierno.
Hora 22:07 46 comentarios
Categoría: Mucho cuento