Aún no se me ha pasado el susto de que mi hija cumpliese catorce años, y viene mi hijo con la ocurrencia de alcanzar la docena. Necesito un respiro. Y aunque siempre habrá quien piense que han sido (que hemos sido, en realidad) arrojados a este mundo como un perro sin hueso, yo prefiero seguir viéndolos cabalgar a lomos de su propia vida, como jinetes en la tormenta. Y que dure.
La carta esférica
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La historia se desarrolla en dos tiempos distintos. En la primera, seguimos
a Coy, un exoficial de la Armada Española que ahora trabaja como cartógrafo...
Hace 2 días