Esta vaca ha hecho feliz a más gente que muchas personas.
Sí, en efecto, ella sola ha hecho feliz a más gente que muchísimas personas, que casi todas las personas. Y su madre aún más, porque alumbró a unas cuantas como ella.
En la India, antigua y sabia civilización, se le tiene por animal sagrado. Claro que nadie es perfecto: tengo entendido que no se las comen. Sin embargo, se les
reconoce el mérito y se les rinden honores. Por algo se empieza.
No es fácil describir la serena alegría que irradia este ser con su mera existencia, incluso después de encontrar la muerte. Sobre todo, después de encontrar la muerte. ¿Es casual, acaso, el hecho de que se adopte como marca de éxito La Vaca que Ríe? ¿Cree usted casual que a esta época del año la llamen vacaciones? Mucho nos tememos que no. Y creemos que ha llegado el momento de que se declare especie protegida a esta vaca, la vaca gallega, para que siga haciendo felices a las generaciones venideras. Desde
este modesto rincón hacemos un llamamiento con este fin, y esperamos que
alguien nos conteste. Porque este insigne animal merece nuestro respeto y todos
los homenajes que se le tributen. Porque, dígame usted compañero, y conteste
con prudencia: ¿cuál es la mansa presencia que puebla nuestras praderas, y en
melancólica espera, con abnegada paciencia, nos da alimento y abrigo fingiendo
indiferencia? Nómbreme usted el animal que no es toro ni cebú, que para ayudar
la salud y para que usted le aproveche, le da la carne y la leche en generosa
actitud, tiene cola y cuatro patas, y cuando muge hace mú. Pues eso.