Esta mierda es un poco mejor que aquella mierda

11 diciembre 2009

—¿El arte como un arma? —me dijo, la palabra «arma» llena de desdén y ella misma un arma—. ¿El arte como el reflejo de adoptar la postura correcta en todo? ¿El arte como el abogado de las cosas buenas? ¿Quién te ha enseñado todo esto? ¿Quién te ha enseñado que el arte consiste en eslóganes? ¿Quién te ha enseñado que el arte está al servicio del pueblo? El arte está al servicio del arte y, de lo contrario, no existe arte que merezca la atención de nadie. ¿Cuál es el motivo para escribir literatura seria, señor Zuckerman? ¿Desarmar a los enemigos del control de precios? El motivo para escribir literatura seria es escribir literatura seria. ¿Quieres rebelarte contra la sociedad? Te diré cómo debes hacerlo: escribe bien. ¿Quieres abrazar una causa perdida? Entonces no luches por la clase trabajadora. A ellos les irá bien. Van a llenar alegremente los depósitos de sus Plymouths. El trabajador nos conquistará a todos, de su necedad fluirá la bazofia que es el destino cultural de este país filisteo. Pronto tendremos en este país algo mucho peor que el gobierno de los campesinos y los obreros, tendremos la cultura de los campesinos y los obreros. ¿Quieres una causa perdida por la que luchar? Entonces lucha por la palabra. No la palabra ampulosa, no la palabra inspiradora, no la palabra a favor de esto y en contra de aquello, no la palabra que anuncia al respetable que eres una persona maravillosa, admirable, compasiva, que está al lado de los oprimidos. ¡No, lucha por la palabra que dice a las pocas personas cultas condenadas a vivir en Estados Unidos que estás al lado del mundo! Este guión tuyo es basura. Es horrible. Es exasperante. Es basura vulgar, primitiva, ingenua, propagandista. Empaña el mundo con palabras. Y hiede al alto cielo de tu virtud. Nada tiene un efecto más siniestro en el arte que el deseo de un artista de demostrar lo bueno que es. ¡La terrible tentación del idealismo! Tienes que dominar tu idealismo, tu virtud tanto como tu vicio, has de conseguir un dominio estético de todo lo que te impulsa a escribir en primer lugar: ¡tu indignación, tu política, tu pesadumbre, tu amor! Empieza a predicar y tomar posiciones, empieza a ver tu propia perspectiva como superior, y eres una nulidad como artista, nulo y ridículo. ¿Por qué escribes estas proclamas? ¿Porque miras a tu alrededor y te escandalizas? ¿Porque miras a tu alrededor y te conmueves? La gente cede con demasiada facilidad y finge sus sentimientos. Quieren tener sentimientos enseguida, y los de escandalizado y conmovido son los más fáciles, así como los más estúpidos. Salvo en raras ocasiones, señor Zuckerman, mostrarse escandalizado es siempre una falsedad. Proclamaciones. ¡Al arte no le sirven de nada las proclamaciones! Llévate tu encantadora mierda de este despacho, por favor.

(…)

— La política es la gran generalizadora —me dijo Leo—, y la literatura la gran particularizadora, y no sólo están en relación inversa entre ellas, sino en relación antagónica. Para la política, la literatura es decadente, blanda, irrelevante, aburrida, terca, insípida, algo que no tiene sentido y que realmente no debería existir. ¿Por qué? Debido al impulso particularizador en que consiste la literatura. ¿Cómo puedes ser un artista y renunciar al matiz? Pero ¿cómo puedes ser un político y permitir el matiz? En tanto que artista, el matiz es tu tarea. Tu tarea no consiste en simplificar. Aun cuando decidieras escribir de la manera más sencilla, a lo Hemingway, la tarea sigue siendo la de aportar el matiz, elucidar la complicación, denotar la contradicción. No se trata de eliminar la contradicción, de negarla, sino de ver dónde, dentro de la contradicción, se encuentra el ser humano atormentado. Permitir el caos, dejarlo entrar. Tienes que dejarlo entrar o, de lo contrario, produces propaganda, si no para un partido político (un movimiento político, estúpida propaganda para la misma vida), sí para la vida como ella preferiría ser divulgada. Durante los cinco o seis primeros años de la Revolución rusa, los revolucionarios gritaban: «¡El amor libre, existirá el amor libre!». Pero, una vez estuvieron en el poder, no pudieron permitirlo, porque ¿qué es el amor libre? Es caos, y ellos no querían el caos. No es para eso para lo que habían hecho su gloriosa revolución. Querían algo disciplinado, organizado, contenido, científicamente predecible, a ser posible. El amor libre inquieta a la organización. La literatura inquieta a la organización. No porque esté flagrantemente a favor o en contra, o incluso lo esté de una manera sutil. Inquieta a la organización porque no es general. La naturaleza intrínseca de lo particular consiste en ser particular, y la naturaleza intrínseca de la particularidad estriba en no amoldarse. La generalización del sufrimiento: eso es el comunismo. La particularización del sufrimiento: he aquí la literatura. En esa polaridad se da el antagonismo. Uno participa en la batalla al mantener vivo lo particular en un mundo simplificador y generalizador. No tienes necesidad de escribir para legitimar el comunismo o el capitalismo; estás al margen de ambos. Si eres escritor, no te alías con uno ni con otro. Ves diferencias, sí, y, por supuesto, ves que esta mierda es un poco mejor que aquella mierda, o que aquella mierda es mejor que ésta. Tal vez mucho mejor. Pero ves la mierda. No eres un empleado del gobierno. No eres un militante. No eres un creyente. Eres una persona que se enfrenta de una manera muy diferente al mundo y a lo que sucede en el mundo. El militante presenta la fe, una gran creencia que cambiará el mundo, y el artista presenta un producto que no tiene cabida en ese mundo, que es inútil. El artista, el escritor serio, introduce en el mundo algo que ni siquiera estaba ahí al comienzo. Cuando Dios hizo todas las cosas en siete días, las aves, los ríos, los seres humanos, no dedicó ni diez minutos a la literatura. «Y entonces existirá la literatura. A algunos les gustará, a algunos les obsesionará y querrán hacerla...» No, no. Él no dijo eso. Si entonces le hubieras preguntado a Dios: «¿Habrá lampistas?», te habría respondido: «Sí, los habrá, porque habrá casas y serán necesarios los lampistas». «¿Habrá médicos?» «Sí, porque la gente enfermará y necesitará médicos que le receten medicinas». «¿Y literatura?» «¿Literatura? De qué me estás hablando? ¿Para qué sirve eso? ¿Dónde encaja? Por favor, estoy creando un universo, no una universidad. Nada de literatura».

Philip Roth
en Me casé con un comunista (1998)

¿Se puede saber qué coño estás mirando?

09 diciembre 2009

Surcar mares, subir montañas, patear grandes ciudades o rastrear parajes perdidos. Fútbol, baloncesto, natación, carrera pedestre, gimnasia rítmica o patinaje artístico. Guitarra, piano, violín, batería, banjo, flauta de pan o triángulo. Cuentos, novelas, poesía, filatelia, numismática o pirotecnia. Sea lo que sea, hazlo. O por lo menos, participa. De la forma que sea. Es mejor ser protagonista que espectador. Más vale ser el último de los figurantes que el presidente del club de fans. No merece la pena pasarse toda la vida mirando. Como un fan. Como un jodido y pesadísimo fan.

Como un fan by Leandro on Grooveshark

Dame argo

04 diciembre 2009

Primero, un montón de bienintencionadas ONG’s rompieron el fuego tratando de que apadrinásemos a los niños más desfavorecidos del tercer mundo. Más tarde, las sociedades protectoras de animales se pusieron a la tarea buscando padrinos para bichos desprotegidos de las más diversas especies. Luego, el sector más solidario del pueblo aragonés se preocupó de promover el apadrinamiento de murcianos sedientos. Y ahora amenazan los estudiantes. Y es que, ¿qué sería de un español sin su paga, o cuando menos, sin la incesante lucha por asegurársela? Poca cosa.

(Despegado con esmero hace pocos meses de una sucia pared, en una céntrica calle de Murcia. Por mis niños que no miento)

Matando monstruos en los parques

01 diciembre 2009

En los parques pasaba las tardes, no las mañanas. Y no todas. Pasaba, sobre todo, las de los sábados. Por lo general, eran tardes bastante olvidables. Nunca importaba el sitio, así que eso está de más; bastaba un parque más o menos céntrico. Nunca me preocupé de cuál. Nunca me preocupé de los parques, ni de las tardes, ni de los sábados. Y ahora puedo decir que, de todos mis delirios y mis cuentos, sólo el suyo ha mejorado el argumento. Ahora me escondo y los observo, y puedo decir que mataré monstruos por ellos. Que seguiré matando monstruos por ellos. Ya hace algún tiempo salté y caí justo aquí. Aquellos safaris sin fin se esfumaron sin avisar. Y hoy lo he vuelto a notar: cada nube es un plan, se transforma al viajar, y no pesa y se va. Somos nubes, no más. Como hojas que danzan al viento, así nos recogerá el tiempo y nos hará rodar y rodar y rodar y rodar y rodar. Pero sí que hay final.

Un día en el parque by Leandro on Grooveshark

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