Viejos amigos, madres, padres, hijos, mujeres, novias, hermanos, primos, tíos, cuñados y demás familia, amigos de nuevo cuño, compañeros de Taller, compañeros de trabajo, jefes, clientes y proveedores, compañeros de colegio, profesores, meros conocidos, fantasmas del pasado, personas que habéis ocupado, simultánea o sucesivamente, dos o más de estas categorías, extraños que os habéis colado accidentalmente en la lista de contactos de mi correo electrónico o que simplemente pasábais por aquí: yo no os pido que me bajéis una estrella azul, yo sólo quiero que mi espacio llenéis con vuestra luz. Es decir, que os dejéis caer por este lugar de vez en cuando, que le imprimáis vuestro sello con algún que otro agudo comentario. Porque ha llegado el momento en que he decidido, he necesitado más bien, airear algunas cosas (llamémoslas cuentos) que llevaban más tiempo del recomendable encerradas en un cajón húmedo y oscuro; ya empezaban a criar hongos, a oler sólo regular. Además, éste es el sitio en el que me voy a permitir el lujo de ser tan pedante como siempre he querido, como José Luis Garci, como Jesús Ordovás, como Sánchez Dragó... si está a mi alcance, claro. No es tarea fácil. Y la verdad, me gustaría saber qué pensáis de todo esto. Sin tapujos, no necesito palmaditas en la espalda que me lleven a perder el tiempo todavía más, si cabe; para eso, me basto solo. Así que, sí, en efecto, me gustaría oír lo que tenéis que decir. Y para facilitaros la tarea, os proporciono dos herramientas que, seguro, os serán de gran utilidad. La primera, tiempo: como todo lo que depende de mí, éste será un Blog lento, avanzará muy despacio, se actualizará poco a poco; nada de frenéticos cambios diarios. La segunda, anonimato: como podréis ver, nadie tiene que identificarse para hacerse oír. ¿Acaso hay algo mejor para soltar verdades como puños con entera libertad? Eso sí, recordad que la entrada es voluntaria y gratuita. No os paséis conmigo, que estoy muy sensible.