Calle Sagasta, 31. Luz de mediodía. Alguien ha abandonado una docena de viejos monitores de ordenador junto a los contenedores de basura. O diez. O quince, los que sean. Un tipo con semblante patibulario, sentado sobre la acera, los destripa minuciosamente con unas tijeras de podar. O con unos alicates, no se aprecia bien. Todos pasamos rápido, nadie se para a mirar. Saca algo de ahí dentro, lo guarda, continúa con el siguiente monitor. Y así hasta diez. O hasta doce. O hasta quince, los que sean.
El origen, de M.D. Álvarez
-
Desde su infancia, Héctor supo que era diferente. Los genes de sus padres,
ambos excepcionalmente fuertes, ágiles e inteligentes, fluían por sus
vena...
Hace 6 horas