No sé por que será, pero siempre tengo el convencimiento de que trabajo más de lo debido; no es que me oponga a trabajar, nada de eso, me encanta, me entusiasma ocuparme en algo; hasta puedo permanecer sentado horas y horas pensando en estos placeres; me gusta tener el trabajo muy cerca de mí y la sola idea de separarme de una tarea me llena de congoja. Nunca podrán darme demasiado trabajo; acumularlo en grandes cantidades es casi una obsesión; mi despacho está tan lleno que no queda una pulgada de espacio libre; pronto no tendré más remedio que engrandecer la casa. Y conste que soy extremadamente cuidadoso; tengo asuntos que voy conservando amorosamente años y años y nunca les he puesto un dedo encima; siento gran orgullo hacia mi trabajo; de vez en cuando arreglo mis papeles, quitándoles el polvo amorosamente. ¡No hay quien conserve el trabajo mejor que yo; no, señor, no hay nadie! De todas maneras, a pesar de lo que me entusiasma trabajar, poseo un enorme sentido de la equidad que me hace no pedir más de lo que en justicia me corresponde por derecho propio, y no puedo tolerar que se me dé más de lo que deseo; (...)
Jerome K. Jerome
en Tres hombres en una barca (1889)