Un poco de orden, por favor

18 mayo 2010

Noche del cometa. He estado en compañía de Blei, su mujer y su hijo, a ratos me he oído a mí mismo desde mi propio interior, en ocasiones como si fuera el maullido de un gatito, pero qué se le va a hacer.

Hoy hace exactamente cien años que Fran Kafka escribió esto en su diario. Bueno, si hacemos caso al propio Kafka, hoy se cumplirían cien años y un día, porque él encabezó la entrada con la fecha 17/18 de mayo. Pero Kafka se equivocó. La noche del cometa, por aquél entonces, no fue la del 17 al 18 de mayo, sino la del 18 al 19. Era miércoles.

¿Quién era Blei? Franz Blei (1871-1942) fue un escritor alemán, editor de la revista Hyperion, en la que Kafka había publicado algunas de sus primeras narraciones en 1908 y 1909. Un amigo. Un aliado.

¿Qué hacía Franz Kafka con Blei y su familia? Pues parece ser que estaban en el Laurenziberg, observando la llegada del cometa Halley a la Tierra. O mejor dicho, su paso por las inmediaciones, porque si efectivamente hubiese llegado, mucho me temo que ni Kafka habría dejado constancia del hecho, ni yo estaría aquí divagando sobre el particular. Se acerca el cometa arrastrando su larga cola de terrores, expectativas, especulaciones cósmicas y misterios siderales, y el bueno de Franz sólo se oye a sí mismo desde su propio interior. Concretamente, se oye como si fuera el maullido de un gatito. Qué se le va a hacer.

Ésta no es la primera entrada del diario de Franz Kafka, pero sí la primera datada. Ya ves, la primera vez que pone la fecha en su diario y se equivoca de día. Los genios son así, como el fútbol. A mí jamás me pasará eso. Y no porque yo no sea un genio. Ojo, que no quiero decir con esto que yo lo sea; más bien tiendo a pensar que no. Lo digo porque a mí las entradas me las fecha el Sr. Blogspot. O el Sr. Blogger, como se llame. Y porque no recuerdo dónde estaba la última vez que pasó el cometa. Ni siquiera recuerdo cuándo paso, y no pienso ir a buscarlo en Google. Lo único que recuerdo es que el mundo no se acabó entonces. También espero que no acabe en los próximos días. Aún me quedan unas cuantas cosas por hacer.

Bien. Como decía, no es la primera entrada de Kafka en su diario. Antes de esa hay otras quince. Quince entradas y dos dibujos, todos producto de la misma mano. Pero no están fechados, así que de momento los vamos a ignorar. Porque los diarios de Kafka no están ordenados cronológicamente. O no del todo. Para que os hagáis una ligera idea, hablamos de doce cuadernos de entre veinte y cincuenta y ocho páginas, dos legajos de tres y seis hojas sueltas respectivamente, y otros cuatro cuadernos o diarios de viaje. Los dos legajos, al parecer y atendiendo a las fechas, irían situados entre los cuadernos noveno y décimo. Los cuadernos se ordenan atendiendo a la fecha más antigua que consta en cada uno de ellos, pero casi todos contienen entradas anacrónicas. Kafka no siempre esperaba a terminar un cuaderno para empezar a escribir en el siguiente; los dejaba incompletos, y algún tiempo después completaba esos espacios con otras entradas. Por su parte, los cuatro diarios de viaje no son correlativos a los otros doce cuadernos. Por decirlo de alguna forma, son paralelos; Kafka fue compaginando unos con otros. El resultado, cuentan, es una genial amalgama de entradas biográficas, fragmentos de corte narrativo, ejercicios de estilo, borradores sucesivos de un mismo texto, pequeños relatos, citas, resúmenes, glosas, referencias íntimas, pasajes incomprensibles e incluso dibujos. Y todo eso, sin orden ni concierto. Fabuloso.

Evidentemente, el diario de un genio es mucho más interesante que el de un escritor aficionado y perezoso. Eso salta a la vista. Así que me dispongo a leer estos diarios, o cuadernos, o apuntes, o lo que sean. Pero yo, como soy un tipo ordenado, prefiero seguir la secuencia temporal. Tendré que ir dando saltos hacia delante y hacia atrás, cierto, pero dispongo de un fantástico índice cronológico del que pienso valerme sin ningún escrúpulo. Empiezo hoy, y continuaré leyendo las sucesivas entradas en las mismas fechas en que Kafka las escribió. Con cien años de diferencia, eso sí. Las entradas sin fecha las iré intercalando en los huecos que dejen las datadas. Enfermizo, ¿verdad? Me da igual. Si Dios quiere y el tiempo no lo impide, terminare el 12 de junio de 2023. 12 de junio, última entrada de los diarios fechada por el propio Kafka. Un año y un día antes de su entierro en el cementerio de Straschnitz (Praga). Confiemos en que no se repita la historia conmigo, porque entonces aún seré demasiado joven para morir. Como todo el mundo, a cualquier edad: siempre parece uno demasiado joven para morir.

(Fuente: Franz Kafka, Obras Completas Tomo II, Diarios y Carta al padre; edición de Jordi Llovet para Galaxia Gutemberg, Círculo de Lectores)

24 comentarios:

rubencastillogallego dijo...

Kafka es fascinante. Casi tanto como Pessoa. Yo quedé deslumbrado con los "interiores" de ambos. Imagino que te pasará lo mismo. Genios, sí

Leandro dijo...

Como ves, pienso tomarme mi tiempo para que me fascine. Pessoa, mmm... ¿escribía los mismos días que Kafka?

rubencastillogallego dijo...

Pues buena pregunta... No tengo una buena respuesta, jajaja.

Leandro dijo...

Habrá que investigar ese tema

Amor dijo...

Sin ansia, sin prisa y con método.

Eres puro zen.

supersalvajuan dijo...

Oirse a uno mismo no está mal del todo. O eso parece.

Anele dijo...

Te digo que he empezado a leer tu entrada con interes y te sigo diciendo que mañana con la mente aseada la acabo de leer.

;)

Leandro dijo...

Zenfermizo, entonces. O zenutrio, que sería aún peor.

El problema de oírse a uno mismo es, en esencia, como el de conocerse a uno mismo: ¿qué pasa si no me gusta lo me digo?

Es muy probable que mañana (por hoy), si la mente está aseada, lavá y recién peiná, la entrada ya no tenga ningún interés. Esto es aquí te cojo y aquí te mato. Pero vale, buen intento

Anele dijo...

¿Eins? pues ya no la leo. ¡¡Ale!!

Leandro, buen intento de ¿Qué?

Menos mal que no la leí anoche...¡Oyes! Sabes que puedes cambiar la fecha del ordenador, ¿verdad? e incluso la hora.

Leandro, buen intento de ¿Qué? no lo pillo, tío...y eso qu estoy con la cara lavada emmmm...será por eso.

Saludos
;)

Leandro dijo...

Buen intento de leer la entrada, claro

victoria dijo...

¿Y para qué leer ordenadamente lo que nació de otra manera? Tal vez el orden cronológico no sea el correcto, y termines desordenando el orden kafkiano...

Leandro dijo...

De hecho, la primera edición de los Diarios (y las que siguieron a esa) seguían el orden cronológico. Y además, estaban mutiladas. Hay mucho trabajo de reconstrucción detrás de la edición completa y no-cronológica de Diarios de Kafka. Total, para que luego llegue un indocumentado como yo y decida que lo mejor es seguir la secuencia temporal. Así se escribe la historia. Claro que la culpa es de ellos: si no hubiesen puesto un índice cronológico al final, ni lo habría intentado

Desde el foro dijo...

El trabajo de reconstrucción sería entonces el que hicieron en la primera edición, y en las que siguieron a esa, que seguían un orden cronológico no seguido por el autor, que iba saltando de cuaderno en cuaderno ¿no? Aunque siempre hay etapas, el interior no suele ser cronológico.
De todas formas es Kafka; lo cojas como lo cojas no creo que alteres el producto final.

PD. He recuperado mi identidad, cosas de compartir ordenador.

Amor dijo...

El desorden no era cronológico, sino espacial. Ojalá a mi me pusieran un índice cronológico en algún sitio para saber dónde estoy, y cuándo.

Leandro dijo...

El de la primera edición fue más bien un trabajo de deconstrucción y poda; la edición crítica de Galaxia Gutemberg lo ilustra bastante bien. Y no, no creo que yo esté en condiciones de alterar el producto, la verdad.

Dirígete a Galaxia Gutemberg, Amor. A lo mejor te hacen uno

Juanjo Mora dijo...

Y cómo, no pretendiendo, se consigue ser hunmilde, acertando en esa elección de palabaras que, en ocasiones, nos muestran pretenciosos. Bravo.

Leandro dijo...

Joder, Juanjo, no sé si me estás riñendo. ¿Quieres decir que he conseguido ser humilde sin querer, y que normamente habría sonado pretencioso? Si es así, no tengo más remedio que darte la razón

Juanjo Mora dijo...

Pues claro, hombre. Si en el fondo te estaba alabando. Pero no es que normalmente uno suene pretencioso, sino que peca de ello al querer ser humilde. Creo sinceramente que tu relato es bueno por su falta absoluta de pretensiones. Capta sin quererlo, y eso es algo que está al alcance de muy pocos. Y los que lo alcanzan, parecen no darse cuenta.

Leandro dijo...

Juanjo, caña y pincho de tortilla para ti. Muchas gracias

Unknown dijo...

Nada, oyess, que no me entero. ¿Kafka?¿humildad prretenciosa?¿día nublado con sol?¿orden desordenado que procede del interior más íntimo?

Tengo que cambiar de lugar de lectura, y dejar de oler pegamento

Leandro dijo...

No, por favor, cambiar de lugar de lectura no. Prometo ser bueno. Con lo del pegamento puedes seguir, que no hace daño a nadie

Unknown dijo...

A mi si. Ya me lo decía mi papá: "Quien mucho corre, se da de morros en la cochinera" y así, tras mucho pegamento, sigo prefiriendo, para no salir de la República Checa, antes Imperio Austro-Húngaro, si no me falla la memoria, "Las aventuras del valeroso soldado Schwejk", de Jaroslav Hasek, entre otras cosas, porque la historia sigue un riguroso orden cronológico, aunque el protagonista divague un poco.

Y este sí, la palmó antes de terminar de escribirla, así que el final puede ser muy parecido al de los Diarios del chiquitín, a los que aludes, en función del orden que sigas en su lectura.-

Yo, por mi parte, miro por el agujero (K.Veneno, mi primo, dixit)

Unknown dijo...

Contaba el bueno de Schwejk, en una ocasión, y como siempre, sin venir a cuento: “En Nusle vivía un señor llamado Hauben al que le clavaron un cuchillo por equivocación por la calle un domingo en Kundratitz cuando volvía a casa de una excursión. Llegó a casa con el cuchillo en la espalda y cuando su mujer le quitó la chaqueta se lo sacó y aquella misma mañana cortó la carne para el gulasch con aquel cuchillo porque era de acero de Solingen y estaba bien afilado y en casa sólo tenía cuchillos sin filo. Entonces quiso tener todo un surtido de cuchillos como aquél y envió a su marido todos los domingos de excursión a Kundratitz.”

Y también:

“…un oficial tenía un criado que era tan obediente que hacía todo lo que se amo quería, y una vez, cuando le preguntaron si con una cuchara se comería los excrementos de su amo si éste se lo ordenara dijo: Si me lo ordenara mi teniente, cumpliría su orden, pero si encontrara algún pelo me encontraría mal en seguida porque los pelos me dan mucho asco.”

Efectivamente, me he equivocado de sitio, porque su paisano no se le parecía nada. Perdón.

Leandro dijo...

Aunque no se le parezca nada, el valeroso soldado Schwejk pasa a tareas pendientes desde ya mismo

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