No puedo, no puedo

30 abril 2009

Y mira que ya está empezado. Y estructurado. Las ideas ordenadas, los acontecimientos alineados en una sucesión razonable. Podríamos decir que sólo falta elegir las palabras adecuadas y colocarlas en su sitio. Y no todas. Pues nada, imposible. Algo tiene que ver esto con la falta de espontaneidad, seguro. No lo discuto. Pero no es ahí donde quiero llegar, así que esta cuestión queda para otro día. Porque puedes no ser espontáneo. No pasa nada. No está castigado con pena de prisión. No eres un tipo espontáneo, vale. ¿Y qué? Escribe de forma metódica, sistemática o meditada. Sigue unas normas. Rumia. Repasa. O sé artificial, directamente. Lo que sea. Pero escribe. ¿Qué más da que salga un poco forzado? Te recuerdo que eres un escritor aficionado. No hay nadie haciendo noche en la puerta a la espera de tu último prodigio. Así que termina de una puñetera vez ese cuento, que es de lo que se trata. Pero no. Volvemos a lo de siempre. La resaca del partido del domingo. Unas facturillas y unos albaranes en el negocio familiar. Unas compras inaplazables. Una nueva canción que incorporar a la lista de reproducción del YouTube. Un nuevo grupo musical que incorporar a la lista de favoritos del MySpace. El trabajo, siempre el trabajo. Internet, siempre Internet. Media hora subido a la elíptica, dale que te pego, venga a sudar. Los prolegómenos del partido del siglo de esta semana. Un cuento arrebujado en el sofá, total, sólo son tres o cuatro páginas. Otro repaso al correo electrónico. Esa película que llevabas algún tiempo queriendo ver. Lunes, martes, miércoles, jueves. Y nada, coño. Que no encuentro el momento. Que no puedo. Ni una letra.

Lunes

27 abril 2009

El mejor día de la semana. Que sí, de verdad. Una semana nueva, sin estrenar, sin estropear aún. Lo normal es que las cosas se tuerzan a la altura del miércoles, como muy tarde. Y el jueves, el viernes por la mañana todo lo más, la semana ya no tiene arreglo. De ahí hasta el final, todo es dejarse llevar con el menor quebranto posible. Pero el lunes, el lunes es un privilegio. La fuerza te acompaña. Se adueña de ti el irreductible espíritu del uno de enero. Y te sientes como en esta canción: es la hora de iniciar una nueva trayectoria; no puedes echarte atrás, eres el héroe de la historia. O como en la de que aquí todo va bien, que todo esto es fetén, y nadie lo discute porque todo va dabuten. O mejor aún, como en aquélla de que vamos p’allá, to’ tieso, to’ tieso, a ver quién se pone delante. Lo que pasa es que éstas sólo las tengo en vinilo, y me resultaba complicado colgar el vinilo aquí.



Venga, va, en serio

26 abril 2009

Esto no puede seguir así. Aficionado o no, si eres escritor tienes que escribir. Mucho, poco o regular, tienes que escribir. Si eres perezoso, poco. Vale. Pero algo, lo que sea. Bastante trabajo cuesta decírselo a los demás, como para que luego te pregunten: ¿Y qué has escrito?, que es lo primero que se le ocurre a todo el mundo para evitar incómodos silencios. Y tú: Por ahora, nada. Vaya papelón. Que no, vamos. No podemos dar lugar a eso. Así que, lo dicho: a escribir. Tengo un cuento sin terminar. Empecé a escribirlo el pasado 23 de enero, a las 7:28 horas. Y lo abandoné tal cual estaba el 19 de febrero, a las 18:29 horas. Casi una página y media. Catorce párrafos, cuarenta y siete líneas, trescientas noventa palabras, título incluido. Mil novecientos noventa y cuatro caracteres, sin contar los espacios, y dos mil trescientos setenta y uno, contándolos. Lo bueno que tiene el Word es que te permite saber cosas tan significativas como éstas acerca de tu trabajo. Bien, pues voy a retomarlo. El cuento, digo. Y con la firme intención de terminarlo. Así que ahora va en serio. Mañana mismo me pongo.

El personaje principal

22 abril 2009

¿No me recuerdas? Vosotros me trajisteis a casa el primer día, con el resto del ajuar. ¿De qué te quejas ahora? No grites. No le insultes. No pienses que el otro tiene la culpa. No importan los motivos del puño que me sostiene. Nada importa el odio, la ira, la venganza, el miedo ni el amor. Yo soy el cuchillo. He visitado lugares de tu cuerpo que ni siquiera tú has oído mencionar. Yo soy el que ha seccionado tu abdomen, el que ha cortado tus intestinos, el que ha desgarrado tu vientre. He entrado y salido tantas veces, que tu cuerpo ya no tiene secretos para mí. Mío es el filo, mío es el acero y mía es la amarga derrota. Porque yo soy el cuchillo, y cuando yo estoy cerca, la historia siempre termina de la misma forma.



Dos historias

19 abril 2009

Para los que no somos demasiado listos, ni demasiado agudos, ni tenemos una especial sensibilidad para captar la naturaleza humana y sus peculiaridades. Para los que no sabemos leer del todo bien. Para los que tenemos ciertos defectos de atención. Para nosotros, El jardinero es un cuento que merece la pena leer dos veces. Porque la segunda vez, a la luz del final, las cosas no son lo que parecían la primera. Es casi como estar leyendo una historia diferente.

Distracciones

16 abril 2009

Una de las dos grandes diferencias entre el escritor profesional y el escritor aficionado es que éste no escribe. O apenas lo hace. Y no digamos ya si, además de aficionado, es perezoso. Todo le distrae. Siente que su camino está lleno de trampas, de innumerables distracciones que le apartan de su principal misión en esta vida: dejar una obra perdurable, trascendente. Entre estas distracciones, una de las que más distrae es el trabajo. Porque el escritor profesional cobra, incluso en ocasiones vive de ser escritor (que no necesariamente de escribir, pero esa es otra cuestión llena de ricos matices y no estoy muy seguro de que éste sea el sitio adecuado para tratarla). El escritor profesional cobra, decía, pero el escritor aficionado no. Esa es precisamente la otra gran diferencia entre ambos. Y como no cobra, el escritor aficionado se ve en la necesidad de trabajar para ganarse el sustento, y en ocasiones, incluso el de su familia. El trabajo, en sí mismo, no es malo. O no siempre. Pero tiene algunas desventajas nada desdeñables. Una de ellas es que suele ocuparte bastante tiempo. Unos días más que otros, es cierto, pero hoy ha sido de los que más. Así que hoy tampoco he escrito nada. Sí, en efecto, he dicho tampoco.

Salir del escritorio

15 abril 2009

El segundo gran obstáculo que debe superar el escritor aficionado (el primero es escribir algo, pero esa es otra historia) es el de dejar de ser, además, anónimo. Es un proceso largo y doloroso. Primero se lo dices a tu mujer, y dejas pasar un tiempo prudencial para que se os pase el susto. A los dos. Luego se lo vas dejando caer a tu círculo de amigos y familiares más allegados. Algún tiempo después te apuntas a un taller de escritura creativa y descubres que el primer día todo el mundo asiste con cara como de estar vulnerando alguna ley, cuando no directamente embozado. Más tarde publicas un blog en internet. Y cuando te quieres dar cuenta, ya circula por el mundo una docena de personas que saben que eres escritor. Escritor aficionado, por supuesto. Durante el desarrollo de este proceso, largo y doloroso como decía, te vas convirtiendo en el destinatario de cariñosas palmadas en la espalda y otros gestos de aliento, en objeto de significativos silencios, y sobre todo, en blanco de miradas. Miradas de asombro. Miradas de anda ya, no me vaciles. Miradas de no doy crédito a lo que estoy oyendo. Miradas de esto tenía que pasar antes o después. Miradas de conmiseración. Miradas, siempre, con un punto de incomprensión. ¿Por qué, Leandro? ¿Qué falta hacía? Bueno, esa es una pregunta ciertamente difícil de contestar. Déjenme algún tiempo para pensar la respuesta.

Geometría

13 abril 2009

Caras y lados. Conseguimos las cosas por nuestra cara bonita. Tenemos un lado bueno para las fotos. Le echamos cara a la vida. O tenemos la cara muy dura, sin más. Nos miramos a la cara. Nos damos de lado. Quién no tiene un lado oscuro. O una cara oculta. Y aristas. Afiladas, cortantes. La parte más dolorosa cuando te golpea, la que abre las brechas y los cortes. Somos polígonos y poliedros. Parecemos distintos según el punto de vista. Algunos perdemos mucho si se nos mira desde muy cerca. Cambiamos con la perspectiva. Sobre todo, con la perspectiva histórica. Mas que de psiquiatra, somos carne de geómetra. De geómetra y pintor.



Mar, memoria

10 abril 2009

Como las tablas para el queso y las feas figuras de cerámica que a veces se regalan a las novias, la memoria parece tener un destino próximo al mar. Los libros de memorias se escriben en una mesa como ésta, se corrigen, se publican, se leen, e inician su inevitable viaje hacia las estanterías de las casas y chalets que uno alquila durante el verano. En la última vivienda que alquilamos, teníamos junto a la cama las Memorias de una Gran Duquesa, los Recuerdos de un ballenero yanqui y un ejemplar de bolsillo de Adiós a todo eso, pero es lo mismo en todo el mundo. El único libro que había en mi habitación en un hotel de Taormina era Ricordi d'un soldato garibaldino, y en el cuarto que ocupé en Yalta encontré «Повесть о Жиэни». Seguramente, la impopularidad es en parte responsable de ese desplazamiento hacia el agua salada, pero, si el mar es el símbolo más universal del recuerdo, ¿cómo podría no haber una misteriosa afinidad entre las memorias publicadas y el estruendo de las olas? Así pues, redacto lo que sigue con la feliz convicción de que estas páginas se abrirán camino por ocupar alguna repisa con una buena vista sobre una costa bravía. Hasta soy capaz de ver la habitación: veo la alfombra de paja, el cristal de la ventana empañado por el salitre, y siento que la casa se estremece ante el clamor de la mar gruesa.

John Cheever
en Percy (1973, The New Yorker)

Semana Santa

03 abril 2009

Si tenéis previsto salir a cenar, procurad que no sea la última vez.



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Diario de un escritor aficionado y perezoso

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