Tormenta de ideas

30 septiembre 2008

Lluvia. Acción y efecto de llover. Precipitación acuosa atmosférica bajo forma de gotas líquidas. El secreto mejor guardado de París. La lluvia en Sevilla es una maravilla. Lluvia de estrellas. Lluvia ácida. Lluvia dorada. Danza de la lluvia. Chubasco, diluvio, aguacero, chaparrón. Que se mojen los cristales de la estación. Cuando el cielo está azul no lo puedo ni ver, que se nuble ya el sol, que se ponga a llover. Sirimiri (Creedence Clearwater Revival, 1970), tormenta (Ramones, 1993). Cantamos bajo la lluvia. ¿Alguna vez has visto caer la lluvia en un día soleado?

Completamente de acuerdo

19 septiembre 2008

Aunque otros ya habían empezado el pasado mes de agosto, nosotros entramos anteayer en la Copa de Europa (los clásicos la seguimos llamando así). Y lo hicimos por la puerta de servicio, con una actuación bastante funcionarial que no tuvo más historia que los tres puntos, unos cuantos pitos del respetable y un jugador calentando en la banda cuando ya no se podían hacer más cambios. Y es que la gente no estaba en lo que tenía que estar.

Afortunadamente, no seguí el partido por televisión. Era de pago y no pude verlo con mi cuñado, abonado a cualquier plataforma televisiva por la que ruede un balón, porque: a) recién salido del estado de postración que me ocasionó el último encuentro televisado, todavía no estoy en condiciones de conducir; y b) mi cuñado olvidó cursarme la oportuna invitación. O quizá no lo olvidó, quien sabe. Y es que la niña de sus ojos, a la que apenas faltan un par de días para cumplir un mes de vida, va a modificar algunas costumbres, me temo.

Como suelo hacer en estas ocasiones, di unos cuantos pasos atrás en la cadena evolutiva y me dispuse a escuchar el partido por la radio mientras echaba unos jornales en el negocio familiar. Al otro lado del dial, el reparto habitual de ex pertos: mengano (ex árbitro) desde Murcia, fulano (ex delantero) desde Sevilla, zutano (ex portero) desde no sé dónde, el otro desde Barcelona, el de más allá a ras de césped con el inalámbrico, otro par en cabina microfónica y unos cuantos en los estudios centrales. Veníamos a salir a locutor por futbolista —futbolista arriba, locutor abajo—, y si me apuran, yo diría que por oyente.

Nuestro juego se prestaba a un análisis crítico. Muy crítico.

Pues éste, para ser un lateral de corte ofensivo, produce bien poquito en ataque, apunta uno. Estoy completamente de acuerdo, corrobora otro.

El juego de ataque está huérfano por la derecha, falta un extremo ahí, señala un tercero. ¿Y qué quieres, con un solo jugador de banda en la plantilla?, recuerda alguien. Completamente de acuerdo con vosotros, insiste el mismo de antes.

Uno dice: hace falta un jugador que se mueva entre líneas, detrás de los delanteros, es evidente. Y en seguida encuentra quien le apoye: es que eso lo ve cualquiera, hace falta alguien que dé el último pase, con llegada, que sorprenda entrando desde atrás. Estoy completamente de acuerdo, certifica nuestro hombre.

Nunca falta quien se meta con el segundo delantero: lo que no puede ser es que juegue de todo menos en punta. Quien le secunde: tanto subir y bajar, tanto correr… está en todas partes menos donde tiene que estar. Y ya no es el que era, acompaña el coro. Y aparece el de a grandes males, grandes remedios: ahí arriba hace falta otro delantero que acompañe al punta más adelantado. Estoy completamente de acuerdo con vosotros, sentencia el de siempre.

Hace falta alguien que saque el balón controlado desde atrás, se oye por aquí. Completamente de acuerdo contigo. Aquí no roba un balón nadie desde que se marchó zutano a Inglaterra, se escucha por allá. Completamente de acuerdo

Lo que está claro —viene a resumir el que estaba completamente de acuerdo con todo el mundo— es que si no tienes un par de laterales de largo recorrido, un hombre que quite, alguien que saque el balón controlado, un jugador creativo y con llegada moviéndose entre líneas, dos extremos que abran el juego por las bandas, interiores con clase y con movilidad que apoyen en la creación de juego, un segundo delantero que abra espacios y un auténtico hombre gol, no hay nada que hacer. Uno, dos, tres, cuatro… no sé, me salían trece o catorce futbolistas. Y sólo nos dejan jugar con once. Lo tenemos crudo este año.

La chica, el chico y el cocodrilo

17 septiembre 2008

Lois Casino no es una mujer. Tampoco es un hombre. En realidad, Lois Casino no es, Lois Casino son. Son cinco músicos atrapados por la voz y la varita mágica (así es como a ellos les gusta llamarlo) de Ángela. Lo que pasa es que el nombre del grupo se ha apropiado de la voz de Ángela y la voz de Ángela del nombre del grupo, hasta el punto de hacernos creer que existió una chica llamada Lois Casino que cantaba canciones y tenía un novio con un cocodrilo cosido a su camiseta.



Vuelta al cole

11 septiembre 2008

Leer este cuento fue como un dejá vu. Tardé un rato en darme cuenta. En efecto, lo había entrevisto unos años antes, en blanco y negro, adaptado algo más que libremente a otras circunstancias históricas. Jean Renoir, Dudley Nichols, Charles Laughton, Maureen O’Hara y George Sanders nos lo contaban de una forma maravillosa desde la pantalla de la televisión. Maravillosa, sí, a pesar de las bofetadas que Esta tierra es mía (1943) recibió y sigue recibiendo por propagandista e ingenua. ¿Y qué? ¿Acaso no hemos querido ser alguna vez ese digno y honesto profesor? ¿Y cuántos, llegado el caso, hemos conseguido serlo? Setenta años antes, la historia se llamaba La última clase y los acontecimientos eran otros. Pero sean cuales sean los soldados que en cada momento allanan las aulas, creo que esta historia les ayudará a encontrar dentro algunos objetos de valor.

Para los que no sabemos pintar

1974, año cero. Se nos aparecen Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán (CRAG, para los perezosos). La crítica especializada y los enterados de siempre —sí, esos—, boquiabiertos, apenas acertaban a balbucear el torrente de elogios que les merecía su excelente primer disco, Señora Azul. El resto de los mortales, mientras tanto, andaba distraído entre la canción protesta, los vocalistas melódicos (algunos de aquéllos todavía siguen vivitos y coleando) y la canción del verano. En mi caso, yo diría que el tema principal de Vickie el Vikingo era lo que me privaba en aquél momento. El fatídico acróstico de la banda, sin embargo, resultó premonitorio. Un disco, ni un solo concierto oficial, esporádicas apariciones en grupos reducidos de a tres (nunca los cuatro), un descenso a los infiernos como banda de acompañamiento de Karina, irregulares carreras en solitario, un fugaz reagrupamiento en 1984, dos nuevos discos (Queridos compañeros y CRAG 1985), primeras actuaciones del grupo al completo, nueva disolución, otra vez cada uno por su lado, escasas apariciones y conciertos familiares hasta prácticamente anteayer, cada vez con más kilos, más canas, más música y menos tiempo por delante. Con el tiempo, alguna de sus canciones llegó a alcanzar una más que notable popularidad. La que más, probablemente, Sólo pienso en ti. Hará unos diez años, Enrique Urquijo tiñó esta canción con ese aire melancólico tan suyo. Incluso Papito se atrevió con ella. ¿Era necesario? ¿Para qué?, cabría preguntarse. Bueno… para que algunos la bailasen y otros, incluso, llegasen a conocerla. No hay mal que por bien no venga.



Versiones libres, veleros libres

04 septiembre 2008

Tras un breve paréntesis, rescatamos del dique seco el juego de las versiones y zarpamos a bordo de ésta tan… inesperada, imprevisible, son términos que podrían definirla bien. Almudena, Elena y Toya sostienen, y parece que no sin fundamento, que pronunciar el nombre del creador e intérprete de la pieza original trae mala suerte (lagarto, lagarto), así que para qué tentarla. Lo obviamos. Y con él, a su añeja y entrañable cancioncilla. Además, entiendo, dicho sea sin ánimo de molestar, que el público mayoritario de este minoritario blog estará en condiciones de recordarla, aunque no sé si de reconocerla. Cosas de la edad. Los que aquí cantan son Dwomo, y el descubrimiento de esta joya se lo debo a Javier, aplicado coleccionista de versiones bizarras. A cada uno lo suyo.


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