Fernando, de Vizcaya

10 abril 2011

Éste es Fernando, de Vizcaya. Más allá de eso, no lo conozco. No sé quién es. Hoy he descubierto que tiene un blog. O lo tenía. Un blog que se quedó parado el 26 de septiembre de 2010, atrapado en una estupenda canción, como habréis podido comprobar. Nada desde entonces. Incluso está cerrada la posibilidad de hacer comentarios, así que ni siquiera he podido decirle algo, lo que sea. Quizá esa sea una de las razones de esta entrada

Algunos años antes, en abril de 2002, con ocasión del día del libro y de la entrega del Premio Cervantes a Álvaro Mutis, la web del diario El Mundo convocó un concurso de microrrelatos. Las reglas, sencillas: 1ª) un máximo de 125 palabras o 1000 caracteres; 2ª) el texto debía contener la palabra «mutis», que se hizo pública a las 12:00 horas; y 3ª) el relato tenía que ser enviado antes de las 14:00 horas de ese mismo día. Conseguir un resultado aceptable ya era harina de otro costal, como se verá. Porque yo participé. Por aquél entonces acababa de comprender que, si de verdad era cierto que tanto me gustaba escribir, lo único que tenía que hacer era ponerme a ello. Y me puse. Y me presentaba a concursos como aquél. Con escaso éxito, claro, pero me presentaba. En el caso que nos ocupa, la única relevancia que consiguió mi modesto intento fue que, al entrar el último, justo sobre la bocina, ding, dong, aparece el primero en la extensa lista de microrrelatos presentados. Sí, en efecto, ya lo sé. Nada que ver con el ganador ni con los finalistas. Sobre todo, con el ganador; una gran idea, en mi opinión. Con el paso del tiempo, ese microrrelato fue aprovechado para el inicio de un relato más extenso, uno de los que figura en este mismo blog. No sé si a eso se le puede llamar plagio, espero que no.

Os preguntaréis qué tendrá que ver una cosa con la otra. O quizá no, quizá no os lo preguntéis, quizá ni siquiera hayáis llegado hasta aquí, pero haré como que sí. Como que habéis llegado y como que os lo habéis preguntado.

Ocurre que hoy, haciendo esa tontería que hacemos todos de vez en cuando de buscar nuestro nombre en Internet... ah, cómo, ¿que no lo hacemos todos? ¿Casi todos, tal vez? ¿Tampoco? Vaya. Bueno, pues... buscando mi nombre en Internet, como creía que era costumbre, en un puesto no demasiado relevante de la no demasiado extensa lista de resultados obtenidos por Google, ha aparecido esto. Fechado el 6 de noviembre de 2008. Más de seis años y medio después del concurso de microrrelatos, casi dos años antes de que el blog de Fernando, de Vizcaya, quedase detenido, no sabemos si para siempre.

Llevo muchos meses sin escribir nada. Nada que no sea prosaico trabajo o efímeras entradas para un blog. No es algo meditado, no es una decisión. Ni siquiera es desidia. Es sólo ese no encontrar el momento adecuado, ese tengo que organizarme mejor, ese la semana que viene me pongo en serio... que quizá no sea más que una forma de cobardía más, y que se había convertido en un hábito que ni siquiera me cuestionaba ya. Hasta hoy. La entrada en la bitácora de Fernando, de Vizcaya, me empuja de nuevo al ruedo. De alguna forma, creo que es algo que debo intentar una vez más. Y sé que tengo una larga y acreditada trayectoria como incumplidor de buenos propósitos, pero no es menos cierto que esa trayectoria es sólo el reverso necesario de quien no deja de hacerlos una y otra vez, inasequible al desaliento. O casi. Así que ya veremos qué pasa con este buen propósito de hoy. En cualquier caso, y pase lo que pase, muchas gracias por el empujón Fernando, de Vizcaya.

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