El tiempo en sus manos

27 marzo 2009

Esta semana he empleado casi una tercera parte del tiempo efectivo de trabajo en hacer un cursillo. Jornadas profesionales, los llaman ahora. Y sin embargo, admiten a gente como yo. Pues muy bien. Un cursillo, decía, sobre un tema tan carente de interés como de rabiosa actualidad. Pero eso es lo de menos. Lo más destacado, sin duda, nuestra proverbial capacidad de asentimiento, que sigue intacta, y el recado de escribir.

Hace años (no muchos, pero años) que no asistía a un cursillo de estos, y pocas cosas han cambiado. Y entre las que han cambiado, desde luego, no se encuentra el uso que el respetable hace del asentimiento como mecanismo de afirmación de la personalidad. Cada vez que el ponente menciona alguna idea que podemos identificar en nuestro rico acerbo de conocimientos, asentimos. Un leve balanceo de la cabeza hacia delante y hacia atrás, acompañado en ocasiones de una leve entrecerrar de ojos. Como diciendo, claro, claro, o en efecto, o incluso mirad, sé tanto como él. Porque se trata, en realidad, de un asentimiento dirigido al resto del público, al que tratamos de hacer saber, con este sencillo gesto, que existe una porción de conocimientos que ese señor de ahí arriba y yo compartimos. Sólo nosotros dos. O como mucho, también los tres o cuatro que estamos asintiendo a la vez. Cabría pensar que cuanto más se asiente, más listo es uno. Craso error, porque si ya te sabes casi todo lo que expone el conferenciante, qué coño haces perdiendo tontamente una tarde entera en un sitio tan aburrido. Y tan incómodo. De todas formas, visto desde la última fila, entre los que van asintiendo alternativamente y los que cabecean luchando contra el sueño, o directamente vencidos por él, aquello se nos aparece como un apacible mar de incipientes calvas mecido por una suave brisa. Y tiene su aquél.

Y luego está lo del bolígrafo. A primera vista, prendido en la solapa de la inevitable carpeta de quiero y no puedo ser piel, no pasaba de ser el también inevitable bolígrafo publicitario. Sin embargo, transcurridos apenas un par de siglos desde que el Sr. Pacheco Guevara echase a rodar su ponencia, manoseando el susodicho bolígrafo de forma puramente mecánica ante la falta de material relevante que trasladar a mis notas, descubrí su secreto. Observen:





En efecto. Este bolígrafo encierra en sus entrañas, enrollados en formato micropersiana, tres años. Tres largos años, con sus doce meses y sus trescientos sesenta y cinco días. Trescientos sesenta y seis, en el caso del primero. Dejando al margen las consideraciones estéticas y las disertaciones sobre el buen gusto, que al fin y al cabo cada uno tiene el suyo, me pregunto si este bolígrafo podrá destilar por la punta todo lo que estos tres años puedan dar de sí. Porque se trata de los años 2008, 2009 y 2010. Los peores años de la peor crisis económica de la historia, dicen los sabios. Paro, ejecuciones hipotecarias, procedimientos concursales, recortes salariales, deflación, viviendas vacías, tiendas cerradas, ajustadísimos finales de mes. Una parte venenosa del calendario gregoriano, por muchas Navidades, vacaciones y cumpleaños que esconda. Mucho tiempo, sí. Y muy mal tiempo. Todo el poder de estos tres años malignos, en manos de cualquier desaprensivo dispuesto a escribir con ese bolígrafo. Como yo, que de momento lo tengo aparcado, a la espera de que se me ocurra contra quién utilizarlo. El bolígrafo, digo. O lo que salga por su punta. Y lo peor es que repartieron más de sesenta, creo.

6 comentarios:

Quiero y no puedo dijo...

Da juego el boli. Mira que es feo...

supersalvajuan dijo...

Vivan los eufemismos, vivan los jornadas profesional.

Anónimo dijo...

Curioso el chisme y da juego, pero mira que es feo y aparatoso. Recuerda a las chuletas que algunos llevaban en los exámenes.

Leandro dijo...

Que vivan, pero que sean menos jornadas y más profesionales, a ser posible. ¿Feo? Lo dicho: cada cual tiene su propio buen gusto. Aparatoso, sí. Y con una chuleta, menos peligroso.

Unknown dijo...

Bueno, no es tan así como para estar en la página http://inventosabsurdos.com/ que te recomiendo encarecidamente para enriquecimiento y refocile, pero, como dices, tiene su aquel, sobre todo para desviar la vista del "mar de calvas incipientes asintiendo" - tío, qué símil más fantástico, y que lo he visto como si estuviera allí, te lo juro.

Tu One.

Leandro dijo...

Pasaré por allí, a ver si encuentro alguna brillante idea que copiar

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