Aprovechando la feliz inercia de la publicación de uno de mis cuentos en la revista Acantilados de Papel, ayer tuve la ocurrencia, quizá no tan feliz, de presentarme a un peculiar concurso literario. Nunca había participado en algo así. No era un concurso de relato, ni siquiera de microrrelato. Era ni más ni menos que de nanorrelato. La tecnología punta al asalto de la literatura. Entre las diversas disposiciones reglamentarias que ordenan la participación en este concurso, hay una que brilla con luz propia, la regla estrella, la que da sentido al certamen: la extensión del relato debe ser de entre una y diez palabras, incluido el título. A simple vista parece poca cosa, pero hay que tener una claridad de ideas y una capacidad de síntesis de la que, huelga decirlo, carezco por completo. Creo que he dado (y ahora mismo estoy dando) sobradas muestras de que efectivamente es así, de manera que no me extenderé en este pormenor. Así que, como escritor, me parece que la dificultad es notable. Y como lector, la verdad, no termino de verle mucho sentido a historias de, como mucho, diez palabras, pero bueno... supongo que todo es cuestión de ir haciendo el cuerpo y, si fuera el caso, la mente.
En cualquier caso, no puedo dejar de hacer una pequeña referencia específica al premio: 400 € de vellón para el ganador. Que no seré yo, huelga decirlo. Hay que ser muy experimentado en la materia para escribir nanorrelato con un mínimo de calidad, y ya saben que yo soy novato en estas lides. Pero si se alineasen los astros y, vive Dios, el que suscribe obtuviera la victoria final en el certamen, hago cuentas: a razón de 40 € por palabra, puedo asegurar y aseguro que será la tarea mejor remunerada que habré realizado en mi ya no tan breve existencia. Y no quiero ni pensar en el supuesto de que el nanorrelato ganador tenga siete palabras, incluído el título. O cinco. O una. Para que luego digan que la literatura no se paga bien.
4 comentarios:
Una buena inversión en palabras.
Sí, siempre que sean las palabras justas
"...que no seré yo,...". Frase que jamás debería pronunciar/escribir un autor en ese contexto. ¿Por qué tú no, Leandro?... ¿Por qué tú no?...
Bueno, es que yo no soy exactamente un autor. Soy un autor aficionado y perezoso, y eso ya... como que no.
En cualquier caso, sólo la expresión de esa duda ya es suficiente premio, Ramón. Esta semana ya me doy por satisfecho. A ver cómo se da la próxima.
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