Aunque otros ya habían empezado el pasado mes de agosto, nosotros entramos anteayer en la Copa de Europa (los clásicos la seguimos llamando así). Y lo hicimos por la puerta de servicio, con una actuación bastante funcionarial que no tuvo más historia que los tres puntos, unos cuantos pitos del respetable y un jugador calentando en la banda cuando ya no se podían hacer más cambios. Y es que la gente no estaba en lo que tenía que estar.
Afortunadamente, no seguí el partido por televisión. Era de pago y no pude verlo con mi cuñado, abonado a cualquier plataforma televisiva por la que ruede un balón, porque: a) recién salido del estado de postración que me ocasionó el último encuentro televisado, todavía no estoy en condiciones de conducir; y b) mi cuñado olvidó cursarme la oportuna invitación. O quizá no lo olvidó, quien sabe. Y es que la niña de sus ojos, a la que apenas faltan un par de días para cumplir un mes de vida, va a modificar algunas costumbres, me temo.
Como suelo hacer en estas ocasiones, di unos cuantos pasos atrás en la cadena evolutiva y me dispuse a escuchar el partido por la radio mientras echaba unos jornales en el negocio familiar. Al otro lado del dial, el reparto habitual de ex pertos: mengano (ex árbitro) desde Murcia, fulano (ex delantero) desde Sevilla, zutano (ex portero) desde no sé dónde, el otro desde Barcelona, el de más allá a ras de césped con el inalámbrico, otro par en cabina microfónica y unos cuantos en los estudios centrales. Veníamos a salir a locutor por futbolista —futbolista arriba, locutor abajo—, y si me apuran, yo diría que por oyente.
Nuestro juego se prestaba a un análisis crítico. Muy crítico.
Pues éste, para ser un lateral de corte ofensivo, produce bien poquito en ataque, apunta uno. Estoy completamente de acuerdo, corrobora otro.
El juego de ataque está huérfano por la derecha, falta un extremo ahí, señala un tercero. ¿Y qué quieres, con un solo jugador de banda en la plantilla?, recuerda alguien. Completamente de acuerdo con vosotros, insiste el mismo de antes.
Uno dice: hace falta un jugador que se mueva entre líneas, detrás de los delanteros, es evidente. Y en seguida encuentra quien le apoye: es que eso lo ve cualquiera, hace falta alguien que dé el último pase, con llegada, que sorprenda entrando desde atrás. Estoy completamente de acuerdo, certifica nuestro hombre.
Nunca falta quien se meta con el segundo delantero: lo que no puede ser es que juegue de todo menos en punta. Quien le secunde: tanto subir y bajar, tanto correr… está en todas partes menos donde tiene que estar. Y ya no es el que era, acompaña el coro. Y aparece el de a grandes males, grandes remedios: ahí arriba hace falta otro delantero que acompañe al punta más adelantado. Estoy completamente de acuerdo con vosotros, sentencia el de siempre.
Hace falta alguien que saque el balón controlado desde atrás, se oye por aquí. Completamente de acuerdo contigo. Aquí no roba un balón nadie desde que se marchó zutano a Inglaterra, se escucha por allá. Completamente de acuerdo
Lo que está claro —viene a resumir el que estaba completamente de acuerdo con todo el mundo— es que si no tienes un par de laterales de largo recorrido, un hombre que quite, alguien que saque el balón controlado, un jugador creativo y con llegada moviéndose entre líneas, dos extremos que abran el juego por las bandas, interiores con clase y con movilidad que apoyen en la creación de juego, un segundo delantero que abra espacios y un auténtico hombre gol, no hay nada que hacer. Uno, dos, tres, cuatro… no sé, me salían trece o catorce futbolistas. Y sólo nos dejan jugar con once. Lo tenemos crudo este año.
Afortunadamente, no seguí el partido por televisión. Era de pago y no pude verlo con mi cuñado, abonado a cualquier plataforma televisiva por la que ruede un balón, porque: a) recién salido del estado de postración que me ocasionó el último encuentro televisado, todavía no estoy en condiciones de conducir; y b) mi cuñado olvidó cursarme la oportuna invitación. O quizá no lo olvidó, quien sabe. Y es que la niña de sus ojos, a la que apenas faltan un par de días para cumplir un mes de vida, va a modificar algunas costumbres, me temo.
Como suelo hacer en estas ocasiones, di unos cuantos pasos atrás en la cadena evolutiva y me dispuse a escuchar el partido por la radio mientras echaba unos jornales en el negocio familiar. Al otro lado del dial, el reparto habitual de ex pertos: mengano (ex árbitro) desde Murcia, fulano (ex delantero) desde Sevilla, zutano (ex portero) desde no sé dónde, el otro desde Barcelona, el de más allá a ras de césped con el inalámbrico, otro par en cabina microfónica y unos cuantos en los estudios centrales. Veníamos a salir a locutor por futbolista —futbolista arriba, locutor abajo—, y si me apuran, yo diría que por oyente.
Nuestro juego se prestaba a un análisis crítico. Muy crítico.
Pues éste, para ser un lateral de corte ofensivo, produce bien poquito en ataque, apunta uno. Estoy completamente de acuerdo, corrobora otro.
El juego de ataque está huérfano por la derecha, falta un extremo ahí, señala un tercero. ¿Y qué quieres, con un solo jugador de banda en la plantilla?, recuerda alguien. Completamente de acuerdo con vosotros, insiste el mismo de antes.
Uno dice: hace falta un jugador que se mueva entre líneas, detrás de los delanteros, es evidente. Y en seguida encuentra quien le apoye: es que eso lo ve cualquiera, hace falta alguien que dé el último pase, con llegada, que sorprenda entrando desde atrás. Estoy completamente de acuerdo, certifica nuestro hombre.
Nunca falta quien se meta con el segundo delantero: lo que no puede ser es que juegue de todo menos en punta. Quien le secunde: tanto subir y bajar, tanto correr… está en todas partes menos donde tiene que estar. Y ya no es el que era, acompaña el coro. Y aparece el de a grandes males, grandes remedios: ahí arriba hace falta otro delantero que acompañe al punta más adelantado. Estoy completamente de acuerdo con vosotros, sentencia el de siempre.
Hace falta alguien que saque el balón controlado desde atrás, se oye por aquí. Completamente de acuerdo contigo. Aquí no roba un balón nadie desde que se marchó zutano a Inglaterra, se escucha por allá. Completamente de acuerdo
Lo que está claro —viene a resumir el que estaba completamente de acuerdo con todo el mundo— es que si no tienes un par de laterales de largo recorrido, un hombre que quite, alguien que saque el balón controlado, un jugador creativo y con llegada moviéndose entre líneas, dos extremos que abran el juego por las bandas, interiores con clase y con movilidad que apoyen en la creación de juego, un segundo delantero que abra espacios y un auténtico hombre gol, no hay nada que hacer. Uno, dos, tres, cuatro… no sé, me salían trece o catorce futbolistas. Y sólo nos dejan jugar con once. Lo tenemos crudo este año.
5 comentarios:
Oye, que yo aun no tengo niña/o y sí plataforma digital con todo el futbol del mundo. Y de todas formas, si hubiera niño/a también vería el futbol así que...
Estoy de acuerdo...
... completamente de acuerdo
¿Es que esto se va a convertir en un blog futbolero con la crónica detallada de cada partido? ¿es que no has escarmentado?
Genial este y tambien he leido los de tropicana, tristeza y cocina que me han gustado mucho. No estoy de acuerdo con el tercer comentario, las historias de futbol si estan tan bien escritas y son tan divertidas como esta, son tan buenas como las de renacimiento tardío o filosofia postcartesiana. Animo.
De verdad que lo del anonimato era para dar cera; pensé yo que era una buena forma de que el personal se desinhibiera. A los que piensan como este último, ya me gustaría poder identificarlos para la caña y el pincho de tortilla, ya. En fin... otro día será.
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