Cristiano Ronaldo está triste. Para quienes le hemos visto jugar un par de veces por
semana durante los últimos tres años, esta revelación no constituye sorpresa
alguna. Fuera cual fuese el resultado, sus gestos, sus mohines, su angustia... lo
delataban. Puntuales fogonazos de alegría, tan explosivos como efímeros, al
marcar un gol, o dos, o tres, o al ganar un título o un partido importante, no
engañaban al espectador atento. Lo llamaban ambición, pero lo suyo no era más
que tristeza.
Con sus palabras, este Cristiano ha escandalizado a propios y extraños. ¿Cómo es posible que un hombre tan afortunado como él se encuentre triste? ¿Con todo lo que tiene? ¿Con la que está cayendo? Sin embargo, no debería sorprendernos. Ronaldo no es más que la prueba viviente, una más, de que el dinero no hace la felicidad. Ni el dinero, ni la gloria, ni el éxito, ni la belleza. Me refiero, claro está, a la belleza de las mujeres que le acompañan.
¿Y porqué está triste? Eso no lo sabemos. Cristiano nos ha hecho partícipes de su tristeza, pero no ha profundizado en las causas. Al menos, en público. Tal vez ni
siquiera las conoce bien. Se ha limitado a hacer una vaga referencia a ciertos
problemas profesionales que, según dice, el Club (el Club que le paga
religiosamente, y tal vez un poco de más) conoce. En círculos supuestamente
bien informados se especula con diversos motivos: ansía una mejora contractual,
no consigue ganar el Balón de Oro, la Champions League se resiste, no recibe
suficientes mimos de sus compañeros, ni de sus jefes, ni de sus rivales, ni de
los medios de comunicación.
Algunos creemos, no obstante, que los tiros no van por ahí. Más dinero, más balones de oro, más títulos, más elogios... no le harán más feliz. Le
pondrán contento durante un rato. Durante unos días, quizá. Pero eso pasará más
pronto que tarde. Todos sabemos lo poco que dura la alegría en casa del rico.
Es muy posible que los motivos de su tristeza se encuentren dentro de él. Ahí es donde Cristiano Ronaldo debe buscarlos. Sin embargo, parece que de momento no los encuentra. Lo que no deja de ser una aparente paradoja en alguien que se mira tanto a sí
mismo.
11 comentarios:
Yo creo que va un poco con el carácter portugués. Mira Mouriño, Figo... Yo conozco algunos y cuando sonríen parece más una mueca que una expresión. El Fado no surge por casualidad. Si hasta para dar las gracias lo hacen "obrigado"...
Hipótesis inteligente y en absoluto descartable. Yo, sin embargo, creo que tiene más que ver con la naturaleza humana
A este lo mandaba yo a un cumpleaños del otro Ronaldo y se le pasaban las penas enseguida.
Pues no te creas, en el cumpleaños del otro Ronaldo también había gente triste: http://youtu.be/34WT_viNujM
Absolutamente de acuerdo hasta en las comas.
Pues estar de acuerdo en las comas y demás signos de puntuación no es fácil. De hecho, yo diría que es lo más difícil, incluso en un asunto como éste, que ha levantado una extraña unanimidad en sentido contrario: un tipo con tanto éxito y tanto dinero NO PUEDE estar triste. ¿Ah, no?
Está celosillo y quiere llamar la atención con sus mohines y caídas de ojos.
En mi modesta e indocumentada opinión, estar celosillo es sólo un síntoma de los auténticos motivos. Cuando a esas alturas se está celosillo, algo falla por ahí dentro
A mi modo de ver, la tristeza de Ronaldo tiene un motivo: ¡Ronaldo no quiere ser él mismo! Porque a este hombre inmediato que es Ronaldo, a este hombre que se comporta como un niño que siempre está diciendo "para mí", le ha ocurrido algo que le ha llevado a desesperar: aquello en lo que tenía puesta su vida, el ser el número uno del futbol, le ha sido arrebatado por un golpe del destino. Messi, Casillas, el "Cara Lápida"...Bastaría que todo cambiase de repente, bastaría que le diesen el balón de oro y la afición le aclamase como a aquellos otros, bastaría con que su deseo se cumpliese para que, entonces, volviésemos a ver a Ronaldo rebosante de vida. Pero, las cosas se le tuercen a cada paso, y se lamenta, y la situación se la hace insoportable, y desesperadamente no quiere ser el que es. ¡Y qué difícil es contener la risa cuando vemos a este inocentón así, tan alicaído y triste!
Pues yo creo que ni así. De todas formas, más que cómico, es tragicómico
Sí, es penoso y, a la vez, de lo más cómico. Y quizá también sea cierto que, aunque al fin consiguiese su sueño de ser el número uno, entonces tampoco se quisiese tal como es. Pues el paso del tiempo, la enfermedad, la vejez, la muerte, convertirán en nada lo logrado. Como a la princesita del cuento, es la pérdida irremediable lo que le pone triste.
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