Volvió a mirar el precio. Eran dos meses de sueldo. Luego miró a la vendedora y dijo las palabras mágicas: me lo llevo. Era barato. Al fin y al cabo, ¿qué podía pagar con dos sueldos? El alquiler, la manutención básica y tres cafés. O ese anillo. Era perfecto. Mientras pagaba, solo pensó en lo bien que quedaría en el dedo de Luisa. Y al llegar a casa, no pudo esperar más. Abrió el congelador, sacó el paquete y retiró el papel de aluminio. No se había equivocado: era perfecto.
Publicado en el libro
Erase una vez... un microcuento
VV.AA., Ed. Diversidad Literaria
Madrid, mayo 2013
30 comentarios:
Dos en uno: redacto la entrada y la comento. No se podrá decir que no soy completo; al menos, como bloguero. Pero más allá del yo me lo guiso, yo me lo como que esto pueda parecer, creo que la aclaración es necesaria para evitar malentendidos acerca de la autoría de la historia.
Porque la pequeña historia que da cuerpo a esta entrada fue un parto múltiple. Quiero decir, que fue parida por dos personas, si no al mismo tiempo, sí de forma sucesiva. La idea era presentarla a un concurso de microrrelatos en Internet (éste, concretamente), y las reglas, en principio, estaban claras: temática libre y un máximo de 480 caracteres, incluyendo espacios y signos de puntuación. Julia y yo decidimos presentarnos conjuntamente. Ella escribió una historia y me la envió para que la puliese. Y así quedó:
Volvió a mirar el precio del anillo, incrédula. Equivalía a dos meses y medio de su sueldo. Luego miró a la escéptica vendedora y pronunció las palabras increíbles: Me lo llevo. Era barato. Al fin y al cabo, ¿qué podía pagar con dos sueldos y medio? ¿Con dos mierdas de sueldos y media mierda del otro medio? El alquiler, la manutención básica y tres cafés. O ese anillo, que era el Anillo. Mientras pagaba, solo pensó en lo bien que quedaría en el dedo de Luisa.
La idea es suya, por lo tanto. Y si no recuerdo mal, el texto desde el principio hasta barato y desde O ese anillo hasta el final, también. Todo muy respetuoso con las reglas, sí. Pero no me convencía el final. Decidí cambiarlo, y para eso fue necesario ir recortando caracteres en la primera parte de la historia. Venía a ser algo así como un ejercicio conjunto de cálculo y redacción. El resultado, ése de arriba, el de la entrada.
Curiosamente, esta segunda versión no fue admitida a concurso porque, según se me informó por correo electrónico, era sustancialmente igual que otro cuento presentado anteriormente. La versión inicial, claro está. Tendrán sus fallos, como todo el mundo, pero nadie podrá acusar a la organización del concurso de no leerse los textos enviados. Sin embargo, para mí que sí existe diferencia sustancial entre las dos historias. De hecho, a Julia no le convenció en absoluto mi final; es más, le horrorizó.
¡¡¡Maravillosa historia!!! Yo te hubiera dado el premio, de todas todas. Y te aseguro que no exagero. Es genialmente macabro, genialmente conceptista, genialmente recortado. Como un diamante de sangre.
Pues que pena que no fueras el jurado; el que había ni siquiera me lo admitió a concurso. Claro que no sé que es mejor, si el premio o un comentario como el tuyo antes de afrontar una larga tarde de trabajo. Ahora mismo se ven las cosas de otra forma
Bueno, por lo menos ahora vuelves a tener el congelador disponible...
Muy bueno
¿Julia es nuestra Julia?
Siempre hay que tener el congelador disponible, por lo que pueda pasar. Y sí, es nuestra Julia, ella misma
Cuantas historias de dedos en los congeladores, unos por nostalgia y otros para cobrar pensiones....
Me ha gustado mucho esta.
Sí, muchas historias. No se podrían contar con los dedos de una mano, pero tal vez sí con los que quepan en un congelador
La quería con locura, como era, para siempre,y así la tendría, por lo menos mientras que no se fuera la luz.
Siempre nos quedará el formol, Nacho
Si no he entendido mal, eran dos cuentos, o sea, el mismo con dos finales diferentes, y un hecho clave, si no es un error de teclado: en el primero, el protagonismo es de una "ella" (incrédula) y en el segundo, realmente, no hay rastros del género de quien protagoniza la compra del anillo. En el primero, el que aparece en la entrada, el tuyo ¿no?, podemos suponer que es un hombre el que compra el anillo, por razones de imaginario colectivo bastante obvias, y hay historia muy claramente sugerida, pero en el de Julia, sencillamente, a mi parecer no hay historia ninguna, excepto el hecho de que Luisa es una mujer y la compradora otra mujer.
Pero, añadiendo tu comentario, el cuento es más amplio: la historia de una traición. En fin, sólo hay que fiarse en este mundo de los que no tengan dos agujeros en la nariz.
PD: perdona, Leandro, que no haya venido antes. No sé qué está pasando con mi tiempo ni con mi espacio. Una locura.
Sí, y la caricia siempre será más cálida.
No has entendido en absoluto mal, al contrario, aunque yo creo que la versión original de Julia sí tiene historia, y está precisamente en la cuestión del género. Por las mismas razones de imaginario colectivo que tú mencionas, Julia juega un poco con el lector y trata de sorprenderlo al final con la identidad de géneros. Vamos, eso creo. Se lo preguntaré. En cualquier caso, estarás de acuerdo conmigo en que no se trata de dos cuentos sustancialmente iguales. Y nada de perdones; la lista de cosas más interesantes y provechosas que pasar por aquí es ciertamente interminable, incluso para mí.
Más cálida, Nacho, pero mucho menos refrescante, sin duda.
Qué miedo...
Lo siento por Julia, pero me gusta mas tu final, desde luego no está falto de originalidad....
Miedo, del dedo acusador; de éste no
Intentaremos que Julia no se entere de eso, Neko
A mi también me gusta más el tuyo, sobre todo porque creo que el otro no ha elegido la opción más efectiva. Creo que hubiese sido mejor cambiando "incrédula" por "incrédulo" y "Luisa" por "Manolo".
Es verdad, no había caído. Si su intención era sorprender con el género de los protagonistas, estoy de acuerdo en que hubiera sido más efectivo así; habría llamado más la atención del lector. Hay que ver con los lingüistas, estáis en todo
Sí, creo que la intención es esa, y en masculino se soprende más porque se reducen las expectativas. Una mujer puede comprar un anillo por varios motivos, un hombre solo lo compra por uno. Benditas convenciones machistas, el día que todos seamos tan igualitarios y concienciados los cuentistas tendrán que buscar otros caminos.
y, Leandro...¡se dice sexo!
Pues las ministras dicen género y nadie les riñe. Y no sufras, que los cuentistas encontrarán el camino; los buenos, claro
¡Viva la diferencia!
¿Diferencia? ¿Qué diferencia?
No somos igualitarios, ni mucho menos, iguales, por eso digo que viva la diferencia.
Nadie es igual
Afortunadamente.
la deseada perfección..
la fría, gélida perfección
y vuelta al final macabro!
si no te conociera desde hace tantos años, diría que tienes un trauma infantil: ¿por qué siempre giros a peor, tremendos finales, muertos o, lo que es peor, pedazos de muertos?
es mucho más difícil escribir un cuento con final feliz
sí, es un reto, recoge el guante si te atreves
Por supuesto que no me atrevo. Como tú dices, los finales felices son mucho más difíciles; los pocos que se me puedan ocurrir, me los guardo para la vida
Llevamos tiempo reciebiendo tus comentarios en nuestro blog, y aunque te muestres incrédulo e irónico, siempre son bien recibidos...Yo llevo tiempo dándome una vuelta por tu blog, y siempre con la mala constumbre de no hacer comentarios. Bueno, esta vez me animo, y sobre este cuento, por ejemplo, decirte que me ha parecido genial. Esta versión mucho más impactante y sorprendente que la otra, con todos los elementos que debe tener un microrelato. Gracias Leandro, por ser un maestro. Un abrazo desde Hamlet...
Muchas gracias a ti, por el tiempo y los elogios. Inmerecidos, sí, y qué. Dan mucho gusto
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